viernes, 2 de diciembre de 2011

El viejo rockero

Como cada mañana Juan se levanta temprano, instintivamente sus pasos se encaminan hacia la estantería en la que tiene perfectamente ordenados sus viejos discos, busca un poco y coge uno, hoy el azar ha querido que el elegido sea “Ziggy Stardust” de David Bowie. Lo saca de su funda, coloca el vinilo en el plato del giradiscos, se pone sus cascos inalámbricos para no molestar a su familia y presiona el play para a continuación dirigirse a la cocina donde se prepara un café con leche y se come unas madalenas. El cálido sonido que produce la aguja al acariciar los surcos del disco penetra en sus oídos, curtidos en mil y un conciertos, para terminar de despertar su cerebro del letargo nocturno.

Continua con su ritual de lo habitual, se lava la cara y recoge en una coleta su larga melena, en la que ya domina el tono grisáceo. Se pone unos pantalones vaqueros y de entre la decena de camisetas negras que tiene se enfunda la de sus queridos Ramones. Hoy hace buena temperatura por lo que decide dejar colgada en el armario la chupa de cuero. Antes de salir de casa no se olvida de coger su iPod, no le quedó más remedio que pasarse a las nuevas tecnologías cuando hace un par de años su flamante e inseparable walkman pasó a mejor vida tras una indigestión de casetes. Busca un disco entre los miles que caben en el aparatito, escoge “Zuma” de Neil Young y mientras suenan los primeros acordes de “Don’t cry no tears” sale de casa para ir a trabajar.


Juan trabaja en una cadena de montaje, allí lamentablemente para él no puede escuchar música, el volumen brutal de las maquinas no lo hace aconsejable y en consecuencia debe llevar protecciones auditivas. Durante ocho horas tiene que soportar unos ritmos menos apetecibles, aquí el tiempo no lo marca la batería sino el infernal tic tac del reloj, las diabólicas producciones y sobre todo la enorme codicia de la multinacional.

Cuando termina su jornada se sienta exhausto en el autobús que le devolverá a casa, nervioso como un yonki sin su dosis, saca de nuevo su cajita musical para hacer sonar a Bonnie ‘Price’ Billy.

Al llegar a su hogar le está esperando Pilar, su mujer. Se conocieron cuando rondaban la mitad de la veintena de años, ella logro que Juan sentara la cabeza y se diese cuenta que había vida más allá de los amigos, las cervezas y el rock. Desde que los presento un amigo común pronto se dio cuenta que ella tenía las cualidades que buscaba en su pareja ideal: inteligente, alegre, amante de la cultura y la naturaleza. Al poco tiempo eran amigos, enseguida pasaron a ser novios y ahora son una pareja inseparable. Entre los dos preparan la mesa para comer, antes de sentarse pone otro disco. La poesía de las canciones de Leonard Cohen crea un amigable ambiente para la comida y la conversación. Cuando terminan Pilar debe irse, trabaja en horario partido de dependienta en unos grandes almacenes. Juan recoge la cocina y hace unas cuantas tareas domésticas.

Al termina se sienta un rato a descansar, conecta su ordenador portátil lanza iTunes para escuchar otro disco y comienza a mirar las páginas de los periódicos para informarse de la actualidad, luego pasa a las webs de contenidos musicales donde busca noticias sobre sus grupos y artistas favoritos y sobre todo mira por si anuncian algún concierto interesante. Por su ciudad han pasado grandes grupos y artistas como Bruce Springsteen, Metallica, The Cure, Bob Dylan, Lou Reed, Los Rolling Stones, James Brown, Willy Deville, R.E.M., Milles Davis, The Who, Oasis y un sinfín más que ahora no puede recordar. Pero hace tiempo que salvo productos comerciales de dudosa calidad ya nadie se detiene alli para actuar y cada vez que Juan quiere ver un buen concierto debe desplazarse a otras ciudades.

Al cabo de un rato llegan sus hijos adolescentes Rosendo y Patti, como veis les puso el nombre de alguno de sus ídolos musicales. Desde que eran pequeños Juan intento trasmitirles el gusto por lo que él considera que es buena música pero obviamente fracaso. La televisión, los amigos del colegio y las radio formulas encarrilaron en otra dirección los gustos de los muchachos. A Rosendo le encanta Shakira, Bisbal y la música electrónica, por su parte Patti piensa que Lady Ga Ga es “lo más”. Aun que el padre intenta conversar un rato e interesarse por los asuntos de sus hijos, la insolencia de la juventud que les hace pensar que su padre es un carca y la cantidad de deberes que traen hacen que los chavales enseguida “pasen” de su progenitor y se encierren en su cuarto.

Ante la pasividad de sus cachorros nuestro protagonista se dirige a una habitación contigua donde lo primero que llama la atención al entrar es una enorme bola de discoteca colgando del techo. La paredes de aquel cuarto están llenas de estanterías repletas de disco, cd’s, libros y revistas. En una de ellas además está el equipo de alta fidelidad que saca de todos esos discos los sonidos que llevan grabados. También se puede apreciar que sobre el suelo hay una maraña de cables que van a parar a un pequeño amplificador y en un lateral sobre un soporte se pueden ver un par de guitarras eléctricas, es lo único que conserva de cuando Juan era una estrella local del Rock’n Roll . Los Red Noise se llamaba su grupo, tocaron en su ciudad en todo local que tuviera un escenario, grabaron una maqueta e incluso estuvieron a punto de editar un disco, pero al final no pudo ser, las discográficas dijeron que no hacían el tipo de música que el público demandaba, y con el tiempo cada uno de los miembros del grupo emprendió su vida. Marcos el bajista empezó a trabajar en una caja de ahorros y ahora es director de una sucursal. Javier el batería lleva una pequeña empresa familiar de fontanería, el único que sigue tocando es Julián, el otro guitarrista, que se enrolo con otros colegas en un grupo de blues y tocan versiones de B.B. King, Muddy Waters, Stevie Ray Vaughan. Esa habitación es su pequeño santuario se podría hasta decir que es como su máquina del tiempo. Toma su Les Paul, a la que se le puede ver el deterioro típico de miles de horas de ensayos y conciertos, la enchufa, coge una partitura. Hoy es Highway Star de los Deep Purple, intentara emular a Ritchie Blackmore. Pone la canción original y comienza a tocar encimar, sus dedos se mueven con soltura sobre el mástil, comienza a notar como si la guitarra y el fuesen uno, saca de ella los sonidos que realmente necesita, se siente poderoso, lleno de energía y vitalidad, se siente joven de nuevo.


Una ve más la ha vuelto a bordar, cuando termina y aun con la adrenalina por las nubes mira su reloj y ve que es demasiado tarde, hoy es jueves y como todos los jueves desde hace un montón de años tiene una cita con su amigo Roberto, bueno en principio quedaban todos los amigos pero con el paso del tiempo, el distanciamiento y los quehaceres diarios han ido dejando solos a estos dos irreductibles.

Quedan en el Drugstore, el garito que frecuentaban en sus tiempos mozos. Obviamente ya no es el mismo, de primeras el golpe en el pecho que notabas al entrar debido a la cargada atmosfera, mezcla del humo de miles de cigarrillos, efluvios etílicos y concentración humana quedo atrás en gran parte por la ley antitabaco. Tampoco hay que entrar y pegarse un buen rato saludando a toda la “peña” ya que salvo tres almas descarriadas y cuatro chavales, que se saltan las clases de la vecina universidad para jugar al mus, apenas nadie entra en el garito. El suelo está relativamente limpio, ya no queda rastro del barrillo que se formaba con la cerveza y el calimocho que caían en combate. Se echa en falta el futbolín en el que semana tras semana Juan y su colega Andrés se proclamaban “campeones mundiales”, hoy ha dejado paso a una diana para dardos. Si las paredes de aquel tugurio pudiesen hablar seguramente os contarían como Juan y su amigos cimentaron su gran amistad en aquel lugar, los cientos de juergas que se corrieron allí, las decenas de veces que discutieron, se reconciliaron y como ligaban con la mayoría de las chicas que eran asiduas del bar, sobre todo nuestro apuesto Juan, casi todas las chicas probaron sus labios y las más atrevidas incluso alguna otra cosa en el asiento de atrás de su viejo Seat 127 segunda mano que adquirió al cumplir la mayoría de edad con los ahorros de sus primeros sueldos. Lo único que queda de aquellos tiempos en el Drugstore son los descoloridos posters de Hendrix, Kiss, AC/DC y los Gun’s and Roses. Bueno, eso y Chema la persona que regenta el garito. Con el trascurrir de los años Chema ha ganado kilos a la misma velocidad que ha perdido pelos en la cabeza, al verlo en la actualidad nadie podría pensar que tras esa oronda figura y esa brillante calva en su juventud ondeaba una rizada cabellera al ritmo de la música mientras servía litronas de cerveza y encandilaba a las niñas con su verbo ágil.

Chema siempre había tenido muy buen gusto pinchado, había ido adaptándose a las tendencias musicales del momento para sorprender y no cansar a la clientela. Desde principio de los ochenta aquellos enormes y destartalados bafles escupían en forma de decibelios lo mejor del rock patrio, el refinado pop británico, el heavy más contundente, el mal llamado (por algunos) rock alternativo, los clásicos de los 60 y 70, el nacimiento del grunge y un sinfín de estilos de los que uno no alcanza a recordar. En la actualidad suenan Arcade Fire, Franz Ferdinand, Micah P. Himson, Drive by Truckers o Wilco.



En aquel familiar ambiente Juan y Roberto conversan un rato mientras se toman unas cervezas. No les hace falta hablar mucho sobre sus cosas ya que con una simple mirada saben cómo está el otro, como hombres que son están en un nivel superior de comunicación y no tienen que mantener una larga tertulia de cosas intranscendentales. Después de un par de botellines de Ambar se despiden y se emplazan en el mismo lugar y a la misma hora la semana que viene.

De regreso a casa, por fin, puede disfrutar de un rato de toda su familia en la cena, para Juan este es el mejor momento de cada día, estar con los que más quiere, como dice el anuncio, no tiene precio. Esta vez no pone nada de música de fondo ya que sabe que sino Rosendo al día siguiente le pondrá David Guetta y eso es algo que va más allá de los límites que puede soportar un ser humano. Antes de echarse a dormir Juan escucha “Bad as me” el último disco del día Tom Waits mientras intenta terminar el libro que tiene en su mesilla desde hace un mes.

Cuando se acuesta, agotado tras el duro día, el viejo rockero todavía sigue pensando que empuñando una guitarra y tocando una buena canción se puede cambiar el mundo, seguramente en el trascurso de la noche volverá a soñar otra vez que se sube a un escenario con los Red Noise y con su música hace feliz a cientos de personas.

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